Lecturas a la hora del té

Lecturas a la hora del té
(Pintura de Vicente Romero)

miércoles, 30 de diciembre de 2015

BIENVENIDO 2016

Querido Nuevo Año 2016, estás a punto de nacer y el mundo por entero se amontona en la sala de espera contigua al paritorio con los ojos de la esperanza puestos en ti. Pero tendrás una vida tan corta y una carga de plomo tan grande sobre la espalda de tu almanaque que a buen seguro te será imposible acabar con todos los males terrenales que en herencia te han dejado los calendarios desgajados. Pero sí que podrías llegar a ser un buen año, el mejor de todos, el pionero de la saga de tus herederos, si propusieras ciertos cambios que tanto necesita este planeta color príncipe de cuento.
En primer lugar, podrías hacer uso de una balanza, no hace falta que sea muy grande sólo que haya sido bien calibrada, para que se repartan por igual el agua y los alimentos entre todos los habitantes, sin atender a razas, nacionalidades ni religión.
En segundo lugar, te recomiendo una buena escoba de las que están hechas con hojas secas de palma, las usadas por barrenderos porque son las que mejor se llevan la suciedad más acumulada. Pues bien, con una de ésas podrías barrer las grandes injusticias que a diario soportan los sectores más débiles de la población: ancianos, niños, enfermos y minusválidos, como consecuencia de la avaricia y egoísmo de las clases de poder; y varios camiones de basura para abandonar en el PIR a los mayores defraudadores que jamás haya tenido este País.
Y, en tercer lugar, ¿Podrías hacer que los dictadores y amigos de las guerras nacieran sin ombligo? Así dejarían de mirárselo y, quizás, tal vez, se fijaran en el ombligo de las posibles víctimas.

Apenas unas contracciones más y te tendremos muy pronto en nuestros brazos. Todas las esperanzas puestas en ti.

BIENVENIDO 2016.


lunes, 28 de diciembre de 2015

LA CASA DE LAS MIL ESTANCIAS


La casa de las mil estancias Carmen Marina Rodríguez Santana Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria: Idea; Santa cruz de Tenerife: Aguere, 2014 Sinopsis: un libro de poemas dividido en ocho estancias en donde como una adolescente evoca a la vida, y espera desde su casa sin ventanas, mientras la golpean las palabras. La estancia en poesía es un tipo de estrofa que surgió con fuerza en el Renacimiento, pero las "estancias" de Carmen Marina no tienen ninguna relación con esas estrofas sino que pertenecen al espacio privado de la poeta, a los laberintos íntimos, al de su poesía y sus relatos. Pertenece a las estancias en donde ella convive con el verbo que siempre es mágico, con la fórmula del lenguaje evocador y revelador, con esas esencias que la hacen soñar. Con un lenguaje en el que ella se adentra como testimonio de vida. CP ROD cas

  http://www.bibliotecaspublicas.es/tenerife/publicaciones/CANARIAS_SEPTIEMBRE.pdf

martes, 22 de diciembre de 2015

TOCANDO A LAS PUERTAS DEL CIELO (UN CUENTO DE NAVIDAD)





Mama take this badge from me
I can´t use it any more
It´s getting dark too dark to see
feel like I'm knocking on heaven's door.

Knockin' on heaven's door (Bob Dylan)


No sé si esta canción me eligió a mí o yo la elegí a ella pero la escuché el 31 de octubre, Día de los Muertos. Unas luces que deslumbraban desde el techo me despertaron y me observé acostada transversalmente sobre la camilla y la cabeza colgando por uno de sus laterales. Indudablemente, me había desmayado. Me sentí algo confusa y me asaltaba constantemente la canción Knockin' on heaven's door que había escuchado en el coche que me llevó hasta Urgencias del Hospital. Tras varias pruebas y mucho tiempo de espera, el neurocirujano me notificó que un extraño ser habitaba mi cerebro y que debía ser operaba, con el riesgo que suponía, o no habría solución. Acepté mal la noticia, no por mí sino por tenerlo que comunicar a mi familia, de ahí el desmayo.
Había entrado en un pozo de petróleo del que era imposible salir por mi misma. Un útero negro y grasiento se fue haciendo con mis recuerdos, con mi nombre, quitándome la comprensión de la lectura, dejándome sin saber escribir y sin saber cómo poder hablar para ser entendida con coherencia. Se adueñó de mi ser y me dañó lo más importante: mi Yo. El útero de petróleo iba cubriéndolo todo y, desde unos días antes de la operación dejé de preguntarme, de sufrir; vivía feliz porque ya no entendía ni existía y reía como si todo fuera maravilloso, incluso lo hice cuando me miré al espejo y me habían afeitado la cabeza. El pozo era un alienígena que me atrapó y me convenció de que mi renuncia me transformaría en una mujer más feliz si no luchaba en su contra: era mucho más cobarde pero más cómodo. Pero algo curioso sucedía, estando despierta, yo ya no era yo. Pero cuando dormía recordaba la última canción Knockin' on heaven's door o recitaba mis poemas. El extraño nunca pudo entrar en mis sueños, no sabía que existían ni se imaginaba que serían mi fuerza para subir la escalera de la que tiraba mi marido desde arriba y yo ponía mi ganas y actitud para subir. Incluso tuve tropiezos y algunos peldaños se hicieron añicos pero nunca pensé renunciar. La longitud del pozo me llevó catorce meses y salí alumbrada como un parto ansiado. Miré a mi alrededor y observé que mi nueva vida comenzaba en Navidad.

martes, 24 de noviembre de 2015

DÍA MUNDIAL DE LA PALABRA 2015

(Foto de Chema Muñoz)

Él despertó del coma cuando la vieja canción dejó de sonar. Ella le aguardaba refugiando la cabeza muerta entre su mano y la cama.

lunes, 2 de noviembre de 2015

EL PAÑOL ESTANCO

(Toledo Spirit)

GRACIAS A TOD@S POR VUESTRAS PALABRAS DE ALIENTO Y CARIÑO. HOY, EN ESTE PRIMER CUMPLEAÑOS, LES OBSEQUIO CON EL PRIMER RELATO CON EL QUE OBTUVE MI PRIMER PREMIO EN EL IV CERTAMEN DE DE RELATOS BREVES DE EL ROSARIO (TENERIFE). ESPERO QUE LES GUSTE.



EL PAÑOL ESTANCO
Te descubres destapado sobre el lecho de una extraña habitación, abres los ojos y sonríes porque un rayo de sol intruso se ha colado por tu ventana y te acaricia tibiamente tu mejilla. Tardas tanto en incorporarte calculando qué músculo o hueso dolorido moverás a continuación que cuando quieres jugar con las minúsculas motas de polvo en suspensión ya se han escapado con la dirección de la luz a otro lugar y te es imposible atraparlas.
Intentas aliviar de pie tu rebosante vejiga pero te resulta un acto doloroso y sólo consigues que se escape un tímido goteo. Te sientas en la taza del inodoro a ver si de esa forma consigues expulsar todo lo que necesitas pero no hay manera. Finalmente, asomas tu viejo rostro al espejo, abres la palanca del grifo, apoyas tu pene desnudo sobre el lavabo y te alivias al tiempo que aplicas sobre tu cara la misma espuma de afeitar de siempre. También la maquinilla es la de siempre y misma es la mancha oscura del espejo, allí donde el cristal ha perdido su azogue. A pesar de la maestría que has adquirido en el movimiento tantas veces repetido, las líneas de ambas patillas no te quedan simétricas. Tiemblas y te invade un escalofrío que te recorre por completo la espina dorsal porque has logrado orinar y, con ello, aliviarte por completo. Sonríes al observar cucharadas de espuma del afeitado nadar sobre el líquido amarillento semejando barquitos de merengue sobre natillas. Recuerdas que alguna vez te llegó a gustar ese postre.
Intentas calzarte los zapatos pero no atinas con el agujero de la hebilla. Tus manos temblorosas no aciertan y tu maltrecha vista tampoco ayuda. Después de varios minutos de intento, decides continuar descalzo y abandonas la habitación. Por el pasillo te cruzas con enfermeras que articulan tu nombre:
Buenos días, don Antonio, ¿chocolate? -, te ofrece la auxiliar intentando parecer risueña al sacar de su bolsillo una tableta envuelta en papel de aluminio.
¿Chocolate? – repite – Recuerde que en el Centro está prohibido fumar.
¿Chocolate? ¿Cigarrillos? Realmente no sabes si te apetece chocolate ni si alguna vez has llegado a encender algún tipo de cigarro y evades la pregunta ignorando quién es ella ni de qué te conoce y acelerando tu marcha dando pasos muy cortos pero muy rápidos con los que parece que aumentara tu inquietud por algún peligro solapado. A distancia de varios segundos después, aminoras el paso, evades el tema concediéndole la misma importancia que un niño a su vejez, y pulsas el botón de llamada del ascensor.
En la planta baja del Centro hay bullicio de gente que va y viene y te incomoda. Enfermeras que caminan rápidamente, casi corriendo; enfermos en pijama paseando a sus sueros colgantes en percheros con ruedas que manejan con una sola mano; visitas que persiguen las marcas sobre el suelo que dirigen hasta el ascensor... Tu respiración se ha alterado levísimamente: un respingo, el deseo de algo sencillo, la soledad. No lo sabes pero nunca te gustaron las aglomeraciones. Por tanto, no fuiste hombre de jolgorios, ni de fiestas, ni de grandes celebraciones familiares. Te acostumbraste a tu soledad cuando ésta se inoculó en ti y para siempre has vivido a merced de su virus. Es por ello que buscas la salida con ese radar agazapado bajo el iris de tu inteligente mirada que otea tras las gafas de pequeños cristales transparentes. Por fin, te encaras con la puerta principal del Centro y te adentras en el exterior siguiendo los trinos de un pajarillo que has visto sobre el árbol de la esquina. Crees recordar que en algún tiempo de tu vida diferenciabas las distintas especies de aves pero te es imposible evocar el nombre del que tienes más cercano. Increíblemente, el pajarillo te trae aromas de jazmín y de hierbabuena, de tierra mojada por la lluvia horizontal, de tomillo y de hinojo. Sigues mirándolo picotear las semillas del aloe vera y continúas disfrutando el olor.
Más intenso que el aroma de los platos del día en los fogones de la cocina era el olor emanado por los gases del petróleo que taladraba el estómago. No por más repetida que fuera la faena, terminaban los hombres por acostumbrarse. A la altura de las coordenadas terrestres donde por el Atlántico africano se cruza la imaginaria del Ecuador, el húmedo clima convertía el olor en hedor. Se atrofiaban las actividades mentales, siendo imposible intentar depositar los recuerdos en tierra firme porque las náuseas impedían el traspaso. Con un infinito monocromático azul en trescientos sesenta grados, el verde era el color del recuerdo y del objetivo, de lo dejado atrás y del porvenir; era el color que no era pero se sabía sería. Era el pañol de la lírica en el estanque más oculto en la memoria de los marinos que contrarrestaba con el pañol azul dramático que a capricho se depositaba en la memoria de cada cual. Terminada la faena del día, llegaba lo peor dentro de la soledad del camarote: la nostalgia. Las palabras no expresadas, los sentimientos envasados y los silencios exagerados terminaban por calar en los hombres de la mar y surgir espontáneamente más tarde, a destiempo, en tierra firme por inercia. Esta minusvalía atrapaba a los marineros en una dualidad contradictoria por la que quedaban condenados a perpetuidad a que cuando querían no podían, y cuando podían... no podían. Su medicina y mejor salvoconducto para salir de sí, era soñar; única posesión que nadie podía arrebatarles. Por eso, se decía, se comentaba, que la razón por la cual la mar era tan profunda y poseía tanta fuerza era porque se había alimentado de los sueños de los marineros durante toda la historia de la humanidad; y es que no existía alimento que diera mayor vigor que el de los sueños.
Transcurrida una cuarentena en el buque - tanque, el ímpetu por el trabajo mermaba, las fuerzas flaqueaban y las ansias aumentaban. Restaba sólo un día para alcanzar la boya africana y los hombres de la fonda trabajaban a destajo acopiando víveres desde las gambuzas a las tripas del monstruo: la máquina. Conocedores de las costumbres locales en virtud de las cuales subirían a bordo las autoridades extranjeras nativas e incautarían la mitad de la provisión disponible, su supervivencia para la vuelta pasaba por esconder todo lo posible para evitar se les saqueara más de la cuenta. Y era allí, entre calderas, donde los víveres eran guardados a tan buen recaudo como el crudo en los tanques.
Una maltrecha y descolorida falúa portando media docena de hombres se acercó al buque por estribor. Saltaron a la desplegada escala para lograr alcanzar la cubierta. Insertos en desiguales y raídos uniformes cuyos colores y suciedad no destacaban envejecidos como estaban de tanto uso propio y ajeno, llevaban como complemento fusiles de repetición en indiscutible señal de poder. Se alzaban en diferentes alturas hasta el nivel de sus gorras en las que relucían sobre el negro agrisado manchas en negro alquitrán propias de grasa perenne. Un joven tercer oficial, recién licenciado en Náutica, les recibió en cubierta y les condujo hasta el salón de oficiales donde aguardaba el Capitán del buque. En un acelerado inglés uno de los nativos que parecía estar al mando pedía comprobar la documentación completa de todos los tripulantes. Así como se conocía que en las compras de los países del Magreb era obligado el regateo, también era conocido lo que transcurría a continuación con las autoridades nigerianas: poner pegas en menudencias para incautar lo máximo posible del barco. Aquellas tarjetas de embarque y pasaportes estaban rubricados con tintas negra y azul por lo cual ante sus ojos no serían válidas hasta que se les ofreciera algo más que lo acordado por costumbre. Pretendían llevarse el total de víveres. El Capitán se negó en rotundo al chantaje, decisión que lanzaba la patata caliente sobre el tejado de las autoridades nigerianas que ahora se encontraban en la disyuntiva de continuar con el farol o retroceder. Los nativos perdieron los nervios y comenzaron a discutir entre ellos en una lengua ininteligible por medio de la cual acordaron volver a tierra y no permitir fuera suministrada la carga. La preciada carga. La carga por la que se movía el mundo. La que enfrentaba naciones o lograba acuerdos internacionales, la que fluctuaba la bolsa y economía de los países, la que proporcionaba Energía con mayúsculas. La todopoderosa carga. Era irrisorio percatarse de cómo los restos y sedimentos de seres vivos de millones de años atrás tuvieran tal poder sobre los humanos que en esta era se mataban entre sí por ellos. Podría simplificarse afirmando que los vivos vivían y morían por el poder de los muertos.
Así fue decidido por parte de las autoridades del país pero querían llevar un as bajo la manga: el Capitán del barco debía acompañarles a tierra. El “Viejo” no se achantó, muy por el contrario, encabezaba la comitiva. Relegando su cargo sobre el primero de a bordo, dejó tras de sí algunas órdenes. La primera y principal fue la de que alejaran de inmediato el buque de la costa en cuanto él abandonara el barco, ya que estaba expuesto a que lo abordaran ladrones que subían a través de los amarres del ancla para hacerse con estachas, escalas, mamparos y todo el material que encontraran a su paso para después venderlo a buques de bandera de conveniencia que no poseían escrúpulos en comprar material robado. Bajó presuroso la escala del barco y saltó a la mugrienta falúa con el ímpetu de los protagonistas de las películas de batallas aunque una vez llegados a puerto las cosas pintaron de distinta manera. El Viejo, que lo era por cargo mas no por edad, observó en aquellas extranjeras calles el poder déspota y absoluto de las autoridades quienes se abrían paso entre la suplicante ciudadanía a golpe de fusil o a patadas. El pueblo famélico se concentraba a pie de muelle a la expectativa de los víveres incautados en los petroleros para paliar la hambruna del día pero en esta ocasión no había habido suerte. Y si el pueblo había quedado frustrado, las autoridades sumaban su frustración al poder; cuya mezcla procesaba un peligroso explosivo.
La existencia del Capitán fue abandonada dentro una insalubre mazmorra cuyo ambientador era una pócima de orín viejo, vómito y excremento que le impedía respirar así que se dijo a sí mismo que debía salir de allí si no con su cuerpo sí con su mente y evadirse rememorando a su esposa, a su hijo, a sus perros, a su casa, a su jardín. El jardín donde había plantado una guardería de árboles frutales y esperaba que para su jubilación ya estuvieran en bachillerato, con macetones de agradecidos geranios por frontera que inundaban la vista de color. Atraídos aparecían los pajarillos que respondían al silbido de su interlocutor, picoteando las migas de pan depositadas sobre el poyete con premeditación. Allí pasaba las horas como minutos hasta que el astro guardián ascendía hasta su cumbre y le exigía entrar en la casa. Desde su niñez soñó esa casa. Una casa de tierra y arraigo donde echar raíz, donde nacieran sus hijos bajo el amor de su esposa. Un lugar estático y seguro muy contrario al de la mar que periódicamente le arrancaba de su mundo construido y le enclaustraba en una cárcel pagada. El olor del hogar era diferente a cualquier otro y tenía total convicción de que aunque quedara ciego sabría reconocer su hogar por el olfato, quizás se le habría transferido algo de sus dos perros de presa que siempre le reconocían a su vuelta a casa por el olor. Sin embargo, era él quien, en ocasiones, no reconocía a su hijo, al que adoraba, ya que crecía y maduraba con más rapidez de lo que esperaba. Y sucedía que sus campañas en el barco eran monótonas y de tiempo estancado, sin embargo, en tierra la velocidad del reloj se aceleraba y cuando quería darse cuenta debía embarcar de nuevo. Finalmente, pudo quedarse dormido y soñó los labios de su esposa y su piel tibia y sedosa y fue tan grato el sueño que durmió horas y horas y cuando algún rayo de luz se colaba por el ventanal y se posaba sobre su rostro, él se volteaba y seguía soñando, aunque ya despierto, pues no quería perder ni un ápice de esa felicidad imaginada.
Así transcurrió durante cinco noches y cuatro días en los cuales no le fue provisto ni agua ni alimento. Como el cautivo no daba señales de rendición, las autoridades nigerianas creyeron conveniente devolverlo al barco, pensando no les convenía un conflicto internacional por el acopio de la otra mitad de los víveres de un solo barco exponiéndose a perder los de los venideros. Una vez incautada “su mitad”, procedieron y dieron orden de iniciar la carga. Aunque lo más lamentable no ocurría en Nigeria sino en España: la Naviera fue sorda y muda ante lo ocurrido, de hecho la importancia radicaba en que había podido realizarse la carga, eso sí, con cinco días de demora; hecho que le fue recriminado al Capitán. Pero el “Viejo” seguía siendo inteligente y continuaba en sus momentos de soledad inserto en su pañol particular pues sabía que somos la prisión de la existencia que nos habita, quedando condenada al urdir su tela la gris conciencia, por ello, su conciencia era siempre de color verde.
No tienes color de conciencia. Ni siquiera sabes cuál es tu raíz. Tus piernas que antes sorteaban ágiles la nerviosa escala de gato ahora no tienen el vigor suficiente para recorrer apenas unos metros sobre suelo llano y firme. Y tus manos, que podían con la resistencia de estachas, ahora tiemblan y se te caen las pastillas de las manos. Pero encuentras un charco y metes la punta del pie, luego el pie entero. Después, el otro. Das un pequeño salto y lanzas gotas alrededor. Saltas y giras, giras y saltas y no puedes contener las carcajadas. De pronto, una enfermera llega a tu encuentro y te dice:
- ¿Otra vez, don Antonio?

sábado, 31 de octubre de 2015

ERES

(Pinturas de Ivan Alifan)
A mi cuñada, muerta hace dos días


Eres agua que rueda
para apagar el ansia
de la sed de tus nietas.
Eres alisio que te
proclama reina magna
de tu propia libertad.
Eres fuego buscado
para quemar pasados
y encontrar tu presente.
Al final, por fin, eres.

lunes, 12 de octubre de 2015

LOS CARROÑEROS (Hecho real)


LOS CARROÑEROS

Papá murió en una cama propiedad de un Hospital privado la madrugada de un caluroso mes de Agosto. Su piel sonrosada y su pelo rojizo nunca supieron soportar el calor ni los estragos del sol. Era de esperar que su muerte sucediera en verano. Su cuerpo se lo llevó la enfermedad del cangrejo pero su verdadera esencia sólo yo la guardo como la mejor de cualquier herencia.
Una enfermera rechoncha y con rostro más amable del acostumbrado avisó al médico de guardia para que confirmara lo que ya era evidente. Y, mientras yo besaba a mi padre, sentí una muerte dulce, suave: Su piel caliente por los residuos de la fiebre me hacían imaginar que lo besaba mientras él dormía la noche. El clima estaba bochornoso pero, en ese momento, una ráfaga juguetona me envolvió a gran velocidad agitando mi cabello y escapando por la ventana.
¿Su padre tiene seguro de decesos? Si usted quiere yo les llamo porque a estas horas no funciona la Centralita.— Se ofreció la enfermera, pareciendo haber engordado más en esos minutos.
Sí, el OCASO. Muchas gracias porque el número no lo tengo aquí y me hace usted un favor.
Escasos minutos habían pasado y apareció un hombre que se identificó como trabajador del Seguro y me exigió el Certificado de Defunción rubricado por el médico de guardia. A cambio, me entregó una tarjeta de presentación con su nombre y número de móvil.
Una sucesión de acontecimientos me llevaron a sospechar que algo oscuro estaba ocurriendo. Primero, observé que este hombre les pedía a unas enfermeras que, por favor, le dejaran una cuchilla de afeitar y jabón para asear a mi padre, cosa que me extrañó que no lo aportara él mismo. Después, observé que algunos auxiliares varones del Hospital le ayudaron a subir el cuerpo de mi padre a una furgoneta blanca, sin ningún tipo de membrete. Yo corrí hacia mi coche para no perderle en el camino pero llegamos hasta el tanatorio sin complicaciones. Incluso me reproché a mí misma haber pensado como lo había hecho.
Dos burras, un cajón con mi padre dentro y cuatro velas tamaño natillas era todo lo que podía apreciarse. Y muchas preguntas: ¿De qué material quería la lápida? ¿Las letras, pegadas o repujadas? ¿Texto que constara en la lápida? ¿Color de las letras? ¿Texto en las recordatorios? ¿Tres coronas de flores, a nombre de quién? ¿Qué dos periódicos escogía para editar las esquelas?...
Cuando parecía que había llegado la calma, porque este hombre se marchó y comenzaban a llegar los familiares y allegados, llegó el ciclón. El sol se colaba por la puerta y dejó ver que la tapa del cajón no cerraba porque estaba defectuosa. Entre la enfermedad de había padecido mi padre y el calor que comenzaba a tan temprana hora, allí no se podría estar hasta que le enterraran al día siguiente. Llamé varias veces al móvil de la tarjeta que me había ofrecido aquel hombre pero no contestaba. Entonces, un familiar me ofreció el número de la Aseguradora. Ellos me dijeron que no tenían noticias sobre la muerte de mi padre, a ellos nadie les avisó, y que no podían actuar hasta que yo les consiguiera el Certificado Médico de Defunción de mi padre. Volví a llamar por teléfono al móvil de los carroñeros. Tampoco contestaron y dejé un mensaje en el que los amenazaba con acudir al Juzgado de Guardia. Entonces me fijé que en letras pequeñas aparecía el nombre de la funeraria Teide y la dirección. Mientras mi madre lloraba la pérdida de mi padre y lo que estaba sucediendo, yo volaba con mi coche hasta la funeraria. ¿Una funeraria cerrada? ¿Quién ha visto algo semejante? No paro de tocar el timbre pero nadie contesta ni abre. Finalmente, recibo una llamada en la que un familiar me dice que el dueño de la funeraria ha estado en el tanatorio y le ha estregado el Certificado a mi madre antes de que yo acudiera al Juzgado.
La Aseguradora se hizo cargo de todo: quitaron las velas irrisorias; añadieron una cruz del tamaño de una persona a la cabeza del cajón y a mi padre le pusieron una tapa hermética y frigorífica que estoy segura que le gustaría. Pero después volvieron las mismas preguntas: ¿De qué material quería la lápida? ¿Las letras pegadas o repujadas? ¿Texto que constara en la lápida? ¿Color de las letras? ¿Texto en las recordatorios? ¿Tres coronas de flores, a nombre de quién? ¿Qué dos periódicos escogía para editar las esquelas?...
Sólo cuando se fueron, fui capaz de llorar.

domingo, 4 de octubre de 2015

MISIVA DE EMILIO PORTA

(Pinturas de Vladimir Volegov)

He querido compartir este mail de Emilio Porta con todos ustedes, dándome él su permiso para hacerlo, porque cada palabra que escribe Emilio encierra la verdad y el camino a seguir y, además, ¡tan bien escrito! Gracias, Emilio, un abrazo.


Qué maravilla, Carmen, qué bien. Cuando pasas por una situación extrema es cuando valoras más las pequeñas cosas. No hay nada más grande que las pequeñas cosas. No somos mucho, solo una pequeña luz que se encendió una vez y se irá de nuevo al universo después de un trayecto... ¿Ganar? ¿Perder? No es nada. En una existencia, que para muchos es solo supervivencia desde que nacieron, en un mundo lleno de crueldad y dolor, nuestro ego es una pequeña basurilla que hay que barrer. Escribir, respirar, caminar, ser... eso es lo importante. Nada valen los honores y reconocimientos. Solo vale la memoria. Los pequeños logros... como puede ser un librito encuadernado, independientemente de que lo lean muchos o pocos. Y el afecto personal en lo vivido. Me alegra mucho tu rayito de luz, que será un haz en poco tiempo. Gracias por tu correo. Es precioso. Un beso, Carmen.

Emilio Porta


martes, 29 de septiembre de 2015

MIÉNTEME



Miénteme,
no me abandones en la agonía.
Bésame
en dulce ungüento de mi sudario.
Cúbreme
con la mortaja de tus palabras.
Disfraza
que te hipnotiza otra mirada.
Retén
un instante el ritmo del calendario.
Páliame
el dolor de la muerte. Alma mía,
miénteme.

jueves, 10 de septiembre de 2015

EL MUNDO ES DE TODOS


El cuerpecito de un niño muerto en la orilla del mar parece haber despertado conciencias para refugiar a los a los que huyen de la muerte. ¿Quiénes habrían sido capaces de adivinar que las fuerzas de huida viajarían en sentido contrario al camino tras la Segunda Guerra Mundial? Se les dará refugio y ¿Hasta cuando comenzarán a molestar en los países de acogida? ¿Serán desde el principio ciudadanos de segunda? ¿Los considerarán culpables de las desgracias de los países que los acogen?
Ahora se han despertado las conciencias pero pronto quedarán dormidas y no les interesarán despertar. No olvidemos que el mundo nos fue regalado sin fronteras ni muros de diferencias. TODOS TENEMOS DERECHO A QUE EL MUNDO SEA DE TODOS.

jueves, 3 de septiembre de 2015

ELEGÍA A MI PRIMA ANTOÑITA


El río ha extraviado su cauce,
La Giralda se atormenta,
Benacazón aprieta los labios
y Umbrete se lamenta.

Espadas en el corazón
por la alegría llevada
que composta los naranjos.
Tu útero es la razón:
lágrimas derramadas,
rocío sobre tus vástagos.

¡Antoñita, no tires pellizcos!
Me gusta tu pelo riza’o
¡Qué veranos aquellos!
De risas en el sobera’o.

¡Prima, tengo mucho sueño!
Las almas me acunan
con un brazo intangible
de levedad conmovedora
que suaviza mi amargura
pero no la endulza del todo.


¡Prima, me estoy durmiendo!
Mira, ya llega tu Papa,
que se ha convertido en Rey
de los campos de las almas.
¡Prima, me estoy durmiendo!
duerme, que te cantará tu Mama
y te ofrecerá sus pechos
como en tu niñez te daba.

¡Antoñita, no tires pellizcos!
Me gusta tu pelo riza’o
¡Qué veranos aquellos!
De risas en el sobera’o.

viernes, 14 de agosto de 2015

SOY HAZ Y ENVÉS DE UNA MISMA HOJA

 (Benazacón, Sevilla)

(Teide, Tenerife)


No me pidas que me defina.
No lo sabría.
Soy el haz y el envés
de una misma hoja.
Sangre de drago que discurre
como litros de escritos
entre mis venas.
Piel aromatizada
con efluvios de azahar y de oliva
en atardecidas de verano.
Isla con raíces invisibles bajo el mar
anudando el Aljarafe.
Agua del pozo inundando
las chimeneas de mis volcanes.
No me exijas que me decida.
Te mentiría.
Soy el haz y el envés
de una misma hoja.

domingo, 2 de agosto de 2015

LA JAMUGAS

Una jamugas


Había ido a la batalla del sultán y regresó vivo. Así lo escribió: “Todo me ha traicionado, hasta la muerte”. Y se refugió en su jamugas donde se acomodó para realizar lo que tenía por costumbre: dibujar en papel lo que gritaba la lengua de su alma. Aquel asiento con respaldo encuerado y estructura en madera de boj, con forma de tijera curvada y decoración de taracea en marfil soportaba la prisión de la existencia que le habitaba, ya como silla de montar ya como reposo de su cansancio. La costumbre islámica de sentarse en el suelo sobre almohadas, hacía tiempo que Boabdil había desterrado para adoptar, por influencia italiana, la silla de tijera derivada del faldistorio. Era consciente de que aquella silla era ejemplo de aceptación y coexistencia de dos culturas: la del Islam y la del Cristianismo, la de Oriente y la de Occidente. Cuando Boabdil tuvo que abandonar Granada, lo hizo con lágrimas en los ojos, guardando en su interior la secreta esperanza de que en el futuro se pudiera coexistir en paz en la tierra bendecida por Dios y por Alá que había sido su hogar desde su nacimiento. Su jamugas, que también observó llorar a su caballo, fue fiel testigo.

domingo, 26 de julio de 2015

LOS MUNDOS

(Pintura de Michael Cheval)

En este mundo existen, a su vez, miles de mundos. Imposible conocerlos todos en este espacio tan corto que nos da la vida. Sólo mediante la imaginación guardamos la esperanza de conocer algún otro. ¿Qué será más acertado, lo real o lo imaginario? Lo imaginario, pienso yo, porque la realidad está sujeta al punto de vista de cada uno y lo imaginado depende de la unidad personal.

jueves, 16 de julio de 2015

QUESIYOPSIS (Faraónica voluntad) Incluido en el libro La casa de las mil estancias.

Muerte de Cleopatra


Yo, Cleopatra VII Filopator Nea Thea, hija de Cleopatra V Trifena y de Ptolomeo XII Auletes, Reina de Reyes del Alto y Bajo Egipto, ordeno transcribir mis últimas voluntades en el quinto día del tercer mes de la inundación del año I de la batalla en Actium en la que mi ejército egipcio junto al aliado romano de Marco Antonio fueron derrotados por las tropas de Octavio, capitaneadas estratégicamente por Agripa.
Tras el suicidio de Marco Antonio he intentado en vano hacer sucumbir al enemigo ante mis encantos y astucias para evitar que las tierras de mi amado Egipto se conviertan en la provincia despensa de Roma. Las derrotas de mis batallas libradas tanto en el Adriático como en aposentos de mi palacio me han hecho tomar la última decisión de ser abrazada por la muerte antes de que se cumpla el fatal destino de convertirme en esclava de mi enemigo, imponiendo que se cumplan mis voluntades conforme procede a la descendiente de Ra.
Tomad nota de mis últimas palabras en las mejores hojas de papiro, aquellas bañadas por Iteru en las tierras negras y secadas al sol del desierto cerca de las pirámides, a los pies de los más grandes faraones. No uséis para su escritura cálamo vegetal a modo de los romanos; dibujadlas con las plumas del Ibis sagrado que otorguen los trazos regios que corresponden a los pergaminos cuñados con sellos de la Casa Ptolemaica. Utilizad tintes indelebles que perpetúen en el tiempo mis mandatos, para que futuras generaciones rememoren el sacrificio elegido por la mayor Reina de Egipto. Además, ordeno expreséis mis deseos en escritura hierática: queda prohibida su traducción al latín o al griego. Que sean los más afamados traductores egipcios los que interpreten mis palabras ante Octavio, ya que dentro de mí alerto desconfianza si mis voluntades le fueran transmitidas por alguno de sus impíos generales, que se jactan de poseer el conocimiento de traducción de jeroglíficos y, sin embargo, no realizan distinción entre las diferentes cabezas de nuestros más afamados dioses.
Ofrecedme una cesta con el áspid oculto entre mis frutas preferidas para que el dulce paladar amortigüe su veneno. Esperaré su mordedura como anhelé las caricias de Marco Antonio tras los regresos de sus múltiples campañas. El placer del dolor escogido se asemejará a los orgasmos encadenados de mis más satisfactorias veladas en compañía de bellos esclavos nubios. La ilusión del disfrute de su mordida rodeada de los mejores frutos de la tierra, no harán más que hacerme rememorar mis mejores años de gloria junto a César y mi entrada triunfante en Roma rodeada de la opulencia que correspondía a la Reina de Egipto y madre de Cesarión. Cuando el veneno recorra mis venas, quemándome las entrañas y paralizando mi corazón, sonreiré con el convencimiento de que se estará cumpliendo lo estipulado en ésta, mi última disposición.
Embalsamaréis mi cuerpo con los mejores ungüentos y pomadas de olor traídos desde Mesopotamia y secaréis mis entrañas con polvos de brezo y olivo que me hagan recordar en el más allá los efluvios del delta de Iteru en su confluencia con el Mare Nostrum. Protegeréis mi momia con los amuletos escogidos y sustituiréis mi corazón con un escarabeo que lleve inscrito un extracto del Libro de los Muertos para mi reverente presentación ante el Tribunal de Osiris.
No soy merecedora de la sepultura dentro de la pirámide, junto a mis antepasados muertos que reinaron y murieron siendo dueños de su Imperio, pero tampoco deseo os deshagáis de mi cuerpo en mitad del desierto a ras de la arena, donde sea pasto de alacranes, culebras y todo ser vivo que se arrastra. Un mausoleo a un nivel más elevado que la altura de los hombres bastará. Una sepultura compartida con Marco Antonio en Alejandría, cercana a la Gran Biblioteca. Después de mi muerte deseo seguir instruyéndome de cuantos libros de Medicina, Aritmética y Geometría, Astronomía o Literatura quepan en el recinto funerario, como fiel acompañamiento de mi cuerpo momificado. No fue mi belleza la que atrajo a los más poderosos hombres de la Tierra, a estas alturas ya es conocido que por mi estirpe no fui dotada con facciones agraciadas, sino que fueron el lujo y el poder, unidos a mi exquisita educación, los que hicieron de mí la mujer más deseada y carismática de su tiempo.
Me despediré de mis hijos sin que ellos sean conscientes de que aquél será el último encuentro que, transcurrido el tiempo, recordarán junto a su madre. Llevarme la imagen de sus sonrisas a la muerte me facilitará el amargo trance de la última hora. A ellos entregaréis esta misiva anunciadora de mi muerte después de que mi aliento lance su último suspiro para que personalmente se la hagan llegar a Octavio, quien podrá hacer alarde de su poder en la ceremonia del Triunfo a su vuelta a Roma. Allí, sin duda, será homenajeado con vítores y proclamas en un baño de multitudes de patricios aduladores, paganos analfabetos y senadores amantes de la traición que, acogiéndose a la caída del duunvirato tras la derrota de Marco Antonio, le proclamarán Augusto del Imperio y, muy probablemente, Emperador. Mi muerte, la de la gran enemiga de Roma, la de la reina egipcia que conquistó a Julio César y les arrebató al mayor General de sus ejércitos no hará más que encumbrar a mi enemigo a la altura de sus imperfectos dioses. A cambio, imploro a Octavio que acoja y eduque a los hijos de César y de Marco Antonio conforme establecen las leyes del fuero romano y dentro de mí guardo la secreta esperanza de que su esposa Livia acoja a mis hijos como a los paridos de su vientre y que los incluya como sucesores de la estirpe de la dinastía Julio-Claudia. No encuentro mejor destino para ellos que sean acogidos, como por cuna les corresponde, bajo palio del Emperador.

Y todo ello lo dispongo y ordeno

YO, CLEOPATRA VII,
ÚLTIMA REINA DE LA DINASTÍA PTOLEMAICA Y
DESCENDIENTE DE RA.


jueves, 9 de julio de 2015

TABAQUERÍA (FERNANDO PESSOA) Mi poema favorito

Fernando Pessoa

Otros nombres: Fernando António Nogueira Pessoa
País: Portugal
Nacimiento: Lisboa, 13 de junio de 1888
Defunción: Lisboa, 30 de noviembre de 1935

De nombre Fernando Antonio Nogueira Pessoa, marchó en su infancia, por razones familiares, a residir en Durban, Sudáfrica, recibiendo educación en inglés en la Durban High School. Tras un periodo en Portugal, regresó de nuevo a Durban, estudiando en la Comercial School y de nuevo en la Durban High School. Regresó ya definitivamente a Portugal en 1905, dedicándose a la traducción, la crítica literaria en varios periódicos y a la creación de poemas, parte de los cuales también publicó en prensa, y ganándose la vida como agente comercial. Creó una editorial, de escasa duración, y fundó una revista literaria. La mayor parte de su obra, la publicó en inglés.

Conocido fundamentalmente por sus poemas, también escribió prosa. El autor, adoptaba para la escritura, varias personalidades, que él mismo definió como heterónimos (no seudónimos), siendo los más conocidos, además de los adoptados en su juventud, los deAlberto CaeiroÁlvaro de Campos y Ricardo Reis.
  Ha participado en esta ficha: carlosciro


TABAQUERÍA
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

jueves, 4 de junio de 2015

CADA DÍA

(Pintura de Guy Rose)

Te asomas al espejo y observas en tu cara un nuevo pliegue que no recuerdas que estuviera allí ayer. Peinas tus cabellos albos trazando la misma línea lateral izquierda que aparece incluso sin ser llamada y ya eres feliz. No sabes el porqué pero lo eres. Te encaras con la puerta principal del Sanatorio y te adentras en el exterior reparando en un jardín muy bien cuidado que nunca antes habías visto. Continúas y descubres cada una de las flores que para ti nacen a diario y echas de menos las que no están aunque nunca estuvieron. El delicioso aroma que desprenden te embriaga y no eres consciente de que para ti cada día es tu primera vez.

sábado, 30 de mayo de 2015

CANCIÓN A CANARIAS



Hoy quiero dejar a un lado enfrentamientos dialécticos de si hay algo que celebrar o no. Sólo sé que cada día estoy más orgullosa de SER CANARIA.

CANCIÓN A CANARIAS

Guardo en mi piel el aroma
de la sal y de la lava,
del brezal, de la tabaiba,
del pinar y de la aulaga.
El Alisio me enreda el cabello
escondiéndose en Anaga,
con su lluvia horizontal
que da vida a la montaña.
Mi sangre es mezcla de guanches
con la traída de España.
Somos de una tierra única
los nacidos en Canarias.
Siete islas eran las piezas
de un puzzle que ayer soñaba.
Las unía una a una,
¡no veas cómo encajaban!
De Vallehermoso al Pinar,
de Malpaso a Candelaria,
de Jandía a Puerto del Carmen,
de Maspalomas a La Guancha,
de Puntallana a Guía de Isora,
¡Se podía ir en guagua!
Sin duda, ya es posible,
hay puentes sobre las aguas:
todos los canarios unidos
compartiendo un mismo alma.

viernes, 22 de mayo de 2015

EL LADO OSCURO DE LA CARRETERA




Hace tiempo que me he muerto y aún no te he olvidado. No he olvidado tu olor, ni tus caricias, ni nuestros paseos. Incluso recuerdo como sucedió nuestro primer encuentro. Tú, inexperto. Yo, nerviosa. Me acurruqué contra tu pecho y los dos ya pasamos a ser una sola alma dividida en dos cuerpos.
Las ánimas se me acercan mostrándose mudas y muy expresivas. Sonríen, gesticulan, me transmiten mentalmente todo tipo de emociones, opiniones o consejos e, incluso, en numerosas ocasiones, me acunan con un brazo intangible de levedad conmovedora que suaviza mi amargura pero no la endulza del todo. Yo soy aún un tanto torpe en este tipo de lenguaje; me resulta relativamente fácil entenderlo pero me expreso con dificultad. Aún no me he habituado a este sopor de la muerte y me hallo, literalmente, como un alma en pena aturdida. Tanto tiempo deseando la nada para que se iniciara de inmediato mi vida a tu lado y, sin embargo, lo que he hallado hasta ahora son ánimas que quieren imprimir en mí sinónimos de paz, vestigios de armonía, dosis de sosiego. Pero todo ello no me calma. Siento en mi interior un huracán de agitación y conflicto que no sé si, finalmente, me hará desmerecer el cielo alcanzado.
Un ente más luminoso que los anteriores se me acerca y me limito a observar el brillo que desprende, lo estudio y analizo su expresión, busco en él una señal que me permita aceptar lo increíble, que el desconocido ha llegado hasta mí del lejano más allá para traerme, aunque parezca increíble, una pista que me guíe hasta ti. Me ha envuelto y nos hemos trasladado a un nivel superior donde respiro profundamente ya que, aunque carecemos de pulmones, las respiraciones y suspiros profundos son parte del legado de nuestra estancia terrenal. Una ráfaga juguetona dispersa nuestra materia, me recuerda a la brisa marina cuando enredaba mi largo pelo color arena.
Una vez alcanzado el plano superior, mis compañeras y yo nos hemos aislado, lo que nos otorga percepción de intimidad, permanecemos estáticas y nos inunda la Gran Luz. Increíblemente, no vamos nosotras hacia ella. Muy por el contrario, ella se desplaza para poseernos. De ese modo, pasamos a formar parte de su materia. Ahora, disfruto de las virtudes, la paz y la energía elevadas al infinito exponente de cada una de las ánimas que habitamos la eternidad y que seguirán siendo engrosadas con la llegada de las venideras. La Gran Luz es la comunión de las mejores cualidades de todas las almas, siendo nuestro poder infinito e inmensurable.
Pero, en contraposición a la Gran Luz, se ha abierto el lado oscuro, tu lado oscuro, el lado oscuro de la carretera. Aquel camino remoto al que llegamos tras varias horas de viaje. Reinaba la noche y las luces del coche enfocaron el bosque. Salté del vehículo para aliviar mi vejiga y no volví a verte. Aceleraste, me abandonaste y las luces se perdieron tras la siguiente curva. Corrí tras ellas, lloré, aullé, ladré. Perdida, exhausta, mi última visión fue la de los enormes focos de un camión que me descubrieron inerte en el lado oscuro de la carretera.
No debes preocuparte. Nunca te he guardado rencor. Tu aroma permanece vivo en mi interior. Te prometo mostrártelo en nuestro futuro reencuentro. Pero tú no debes olvidarme aunque para entonces haga mucho tiempo que te has muerto.