Aguardaba tembloroso a iniciar la travesía con la
incertidumbre de no saber. Ninguno de los que había partido con
anterioridad y habían hecho el camino había vuelto para contarlo,
ni vencedores ni vencidos. Habían sido entrenados para sortear
obstáculos y llegar a la meta, eso era todo. Aprovechó la fuerza
del primer impulso, después remó hasta extasiarse, dejando atrás
el reguero de cadáveres de sus compañeros, incluso de hermanos.
Adivinó que el objetivo se hallaba cercano por pura atracción
eléctrica y, cuando lo alcanzó, se despojó de su remo y se inició
la vida.