Pintura de Victor Bregeda
Mi familia vive en un país inventado donde siempre es Navidad.
Mi padre nació en una tierra donde la Navidad está cambiada a los
veranos y donde Magallanes se mareó esquivando las mil islas. Mamá,
en cambio, nació en los Niuyores del norte, donde están habituados
a celebrar la Navidad en invierno que es, por cierto, menos frío que
el verano de las tierras de papá. Cuando se conocieron los dos,
decidieron llegar a un consenso: vivirían la Navidad en todas las
estaciones del año. Ésa es la razón de que en nuestra casa siempre
es invierno, nieva desde los techos y existe siempre un suelo blanco
donde escribimos nuestros poemas. Mantenemos encendido el calor del
hogar y podemos caminar descalzos sin miedo a resfriarnos ni tener
que sonarnos los mocos con la manga del chaquetón. Nuestra casa está
muy alta, mucho más que algunas nubes y cada día una caravana de
caballos guiados por duendes mágicos nos traen los regalos que
abrimos nada más levantarnos. ¡Mmmmm qué delicioso olor a manzanas
los envuelve!
Hemos hecho las maletas. Los mismos caballos nos bajarán de la nube.
Es 24 de diciembre y nos vamos, como cada invierno, a pasar la
Navidad con los abuelos de los Niuyores. ¡Les hace una ilusión
pensar que esta época especial la compartimos siempre con ellos!
¡Bendita la inocencia de los abuelos!