Lecturas a la hora del té

Lecturas a la hora del té
(Pintura de Vicente Romero)

sábado, 31 de octubre de 2015

ERES

(Pinturas de Ivan Alifan)
A mi cuñada, muerta hace dos días


Eres agua que rueda
para apagar el ansia
de la sed de tus nietas.
Eres alisio que te
proclama reina magna
de tu propia libertad.
Eres fuego buscado
para quemar pasados
y encontrar tu presente.
Al final, por fin, eres.

lunes, 12 de octubre de 2015

LOS CARROÑEROS (Hecho real)


LOS CARROÑEROS

Papá murió en una cama propiedad de un Hospital privado la madrugada de un caluroso mes de Agosto. Su piel sonrosada y su pelo rojizo nunca supieron soportar el calor ni los estragos del sol. Era de esperar que su muerte sucediera en verano. Su cuerpo se lo llevó la enfermedad del cangrejo pero su verdadera esencia sólo yo la guardo como la mejor de cualquier herencia.
Una enfermera rechoncha y con rostro más amable del acostumbrado avisó al médico de guardia para que confirmara lo que ya era evidente. Y, mientras yo besaba a mi padre, sentí una muerte dulce, suave: Su piel caliente por los residuos de la fiebre me hacían imaginar que lo besaba mientras él dormía la noche. El clima estaba bochornoso pero, en ese momento, una ráfaga juguetona me envolvió a gran velocidad agitando mi cabello y escapando por la ventana.
¿Su padre tiene seguro de decesos? Si usted quiere yo les llamo porque a estas horas no funciona la Centralita.— Se ofreció la enfermera, pareciendo haber engordado más en esos minutos.
Sí, el OCASO. Muchas gracias porque el número no lo tengo aquí y me hace usted un favor.
Escasos minutos habían pasado y apareció un hombre que se identificó como trabajador del Seguro y me exigió el Certificado de Defunción rubricado por el médico de guardia. A cambio, me entregó una tarjeta de presentación con su nombre y número de móvil.
Una sucesión de acontecimientos me llevaron a sospechar que algo oscuro estaba ocurriendo. Primero, observé que este hombre les pedía a unas enfermeras que, por favor, le dejaran una cuchilla de afeitar y jabón para asear a mi padre, cosa que me extrañó que no lo aportara él mismo. Después, observé que algunos auxiliares varones del Hospital le ayudaron a subir el cuerpo de mi padre a una furgoneta blanca, sin ningún tipo de membrete. Yo corrí hacia mi coche para no perderle en el camino pero llegamos hasta el tanatorio sin complicaciones. Incluso me reproché a mí misma haber pensado como lo había hecho.
Dos burras, un cajón con mi padre dentro y cuatro velas tamaño natillas era todo lo que podía apreciarse. Y muchas preguntas: ¿De qué material quería la lápida? ¿Las letras, pegadas o repujadas? ¿Texto que constara en la lápida? ¿Color de las letras? ¿Texto en las recordatorios? ¿Tres coronas de flores, a nombre de quién? ¿Qué dos periódicos escogía para editar las esquelas?...
Cuando parecía que había llegado la calma, porque este hombre se marchó y comenzaban a llegar los familiares y allegados, llegó el ciclón. El sol se colaba por la puerta y dejó ver que la tapa del cajón no cerraba porque estaba defectuosa. Entre la enfermedad de había padecido mi padre y el calor que comenzaba a tan temprana hora, allí no se podría estar hasta que le enterraran al día siguiente. Llamé varias veces al móvil de la tarjeta que me había ofrecido aquel hombre pero no contestaba. Entonces, un familiar me ofreció el número de la Aseguradora. Ellos me dijeron que no tenían noticias sobre la muerte de mi padre, a ellos nadie les avisó, y que no podían actuar hasta que yo les consiguiera el Certificado Médico de Defunción de mi padre. Volví a llamar por teléfono al móvil de los carroñeros. Tampoco contestaron y dejé un mensaje en el que los amenazaba con acudir al Juzgado de Guardia. Entonces me fijé que en letras pequeñas aparecía el nombre de la funeraria Teide y la dirección. Mientras mi madre lloraba la pérdida de mi padre y lo que estaba sucediendo, yo volaba con mi coche hasta la funeraria. ¿Una funeraria cerrada? ¿Quién ha visto algo semejante? No paro de tocar el timbre pero nadie contesta ni abre. Finalmente, recibo una llamada en la que un familiar me dice que el dueño de la funeraria ha estado en el tanatorio y le ha estregado el Certificado a mi madre antes de que yo acudiera al Juzgado.
La Aseguradora se hizo cargo de todo: quitaron las velas irrisorias; añadieron una cruz del tamaño de una persona a la cabeza del cajón y a mi padre le pusieron una tapa hermética y frigorífica que estoy segura que le gustaría. Pero después volvieron las mismas preguntas: ¿De qué material quería la lápida? ¿Las letras pegadas o repujadas? ¿Texto que constara en la lápida? ¿Color de las letras? ¿Texto en las recordatorios? ¿Tres coronas de flores, a nombre de quién? ¿Qué dos periódicos escogía para editar las esquelas?...
Sólo cuando se fueron, fui capaz de llorar.

domingo, 4 de octubre de 2015

MISIVA DE EMILIO PORTA

(Pinturas de Vladimir Volegov)

He querido compartir este mail de Emilio Porta con todos ustedes, dándome él su permiso para hacerlo, porque cada palabra que escribe Emilio encierra la verdad y el camino a seguir y, además, ¡tan bien escrito! Gracias, Emilio, un abrazo.


Qué maravilla, Carmen, qué bien. Cuando pasas por una situación extrema es cuando valoras más las pequeñas cosas. No hay nada más grande que las pequeñas cosas. No somos mucho, solo una pequeña luz que se encendió una vez y se irá de nuevo al universo después de un trayecto... ¿Ganar? ¿Perder? No es nada. En una existencia, que para muchos es solo supervivencia desde que nacieron, en un mundo lleno de crueldad y dolor, nuestro ego es una pequeña basurilla que hay que barrer. Escribir, respirar, caminar, ser... eso es lo importante. Nada valen los honores y reconocimientos. Solo vale la memoria. Los pequeños logros... como puede ser un librito encuadernado, independientemente de que lo lean muchos o pocos. Y el afecto personal en lo vivido. Me alegra mucho tu rayito de luz, que será un haz en poco tiempo. Gracias por tu correo. Es precioso. Un beso, Carmen.

Emilio Porta