Lecturas a la hora del té
viernes, 30 de septiembre de 2016
MANOS Y LUCES (Del libro Marea en tres tiempos de Amalia Quiroz Pedrazas)
Ayer tarde fue la presentación del poemario "Marea en tres tiempos" de mi amiga Amalia Quiroz Pedrazas. Le agradezco su gran amistad y el poema que me ha dedicado y que aparece en el libro. Un beso eterno, Amalia.
MANOS Y LUCES
(A Carmen Marina Rodríguez Santana)
La jardinera
por fin desbrozó
su nostalgia estremecida
que creció cual mala hierba
entre sus sueños.
Sus brazos, su memoria
de niña inquieta
se abrieron
en capullo de luces
para ganar la realidad
de la contienda,
jueves, 8 de septiembre de 2016
¿POR QUÉ ESCRIBO?
Igual
que mi pelo es negro y la piel muy blanca transmitidos por mis genes,
eso es por lo que escribo, por puros cromosomas enredados. Desde muy
pequeña, sin tener conocimiento de las letras, me inventaba
historias que transmitía con garabatos ininteligibles para el resto
y que “leía” a mis padres para que me dieran su aprobación.
Con el
tiempo me he convertido en alguien que escribe para denunciar y
buscar soluciones, aunque éstas vengan dadas por seres vengadores,
como un árbol por ejemplo, que harán justicia. No importa si vendo
libros o no, si no soy nadie en la literatura. Sólo sé que escribir
me hace bien, me da paz y me conmueve. Sé que tengo que seguir
escribiendo porque me lo indican mis cromosomas enredados.
Carmen Marina Rodríguez Santana
sábado, 3 de septiembre de 2016
EL KIOSKO (Poema inserto en mi libro He querido volver, Editorial Cursiva 2016)
(Pintura de Burton Silverman)
Un kiosko visto
desde el cielo, no es nada;
a menos, que yo
pueda visitarlo,
con mis pies
perpetuos en la cama
y mi boca dibujando
lo que observo.
Desde mi ventana, la
calle
parece ser la misma.
Permanecen colgadas
las mismas ropas
sobre la cuerda sin
cansancio,
henchidas
con ese olor
a
frituras vecinas que acompañan
los
átomos del aire.
Los naranjos de la
plaza
otorgan la
indiscutible certeza
de ser parte del
pasado.
Y el kiosko atesora
los misterios
de imaginario
caballo de Troya.
Un tirachinas o un
aro de metal,
los cromos del álbum
que nadie terminó.
Un trozo de pan y
dos onzas de chocolate medían
el juego del
escondite en tiempo de humo,
agazapados sobre la
copa del naranjo más alto.
Apenas una leve
brisa y formé parte
del lecho
inalterable de hojarasca...
Ahora
dentro de mí
late
una vida subterránea e inútil
excepto
cuando miro el kiosko
y
lo convierto
en
palacio de mil y una noches,
en
fragata de corsarios,
en
volcán en erupción
o
en simple isla que me protege
del
viento que desbroza las ramas del naranjo.
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