Lecturas a la hora del té

Lecturas a la hora del té
(Pintura de Vicente Romero)

lunes, 2 de diciembre de 2013

ESQUELETO DE PAN (FRAGMENTO)

(Pirograbado de guanches moliendo gofio)

Sin padres ni hermanos pero con ingenio despierto, lancéme al camino al encuentro del tal Alonso cuyo nombre había llegado en más de una ocasión hasta mis orejas por los chismes sobre sus abusos y tropelías. Los guanches de “las paces” teníamos garantizada la libertad. Pero el conquistador de Tenerife no era hombre que se parase en barras. Para él las garantías legales quebraban cuando la lejanía de la Corte y la vigilancia del gobierno podía ser hábilmente sorteada. Ni tan siquiera se detuvo el furor de Alonso de Lugo ante las estirpes regias. La majestad caída, como mi padre, no le indujo respeto ni conmiseración. Pero yo, sin más atributos que mi tamarco y dos odres colgados a mi cintura, con leche y ahorén para las fatigas del camino, salí a la captura del inmisericorde. Lleguéme, pues, a su campamento esperando cayera la noche para adentrarme en él sin ser vista, y en llegando a la parte del huerto, adonde caminaba agachada, observé que a lo lejos, dentro de las tiendas, se escuchaban unos paliques cuyas fablas por aquellos entonces yo no reconocía pero en las que, sin embargo, ahora escribo. Acerquéme al bullicio del exterior de una de las tiendas donde las damiselas y los frailes corrían entrando y saliendo y dando a entender que algo malo acontecía. Asomé la cabeza por entre los telones de la entrada y observé un catre alto cubierto de colcha bordada de mucho precio dentro de la cual yacía una dama apoyada en almohadones cuya cetrina en la tez barruntaba el color de la muerte. Con trapos adobados en tufillo de agua de azahar y ungüentos de olor que espantaría hasta a las más reticentes moscas, las damas magreaban su cuerpo. Tres monjes rezaban a los pies de su catre y otros tantos se afanaban haciéndole tomar tazones con infusiones medicinales a base de distintos tipos de hierbas y alquimia a la que eran aficionados. Acercóse hasta mí una criada cuyas facciones me eran conocidas de alguna tribu vecinal y me apremió para que abandonara la tienda o, por ende, ayudara porque Doña Francisca andaba en los caminos del morir y no era momento para curiosos ni intrusos. Antes de que se me escapara, preguntéle por el paradero de Don Alonso que era el motivo que había hecho llegar mis pasos hasta allí. La susodicha mal me miró, se enjugó el sudor de la frente con la manga de la remendada saya y mostrándome una mata de una cierta planta que acababa de sagar me dijo: “¡Verbena!: tisana para llagas, heridas y contra envenenamientos causados por conquistadores de mala estirpe”. Mi corazón pegó un vuelco y galopó en tropel como las huestes del Rey por los prados de Castilla. La moribunda yacía víctima de las mismas viles y despiadadas manos que acabaran con la vida de mi padre. Cavilé y recelé de todo cuanto los guañames le ofrecían. Hice una seña a la criada, que se ofrecióme a ayudar ya que tenía en buen aprecio a Doña Francisca y conocía de las mis sanaciones con los de nuestra especie. Pedíle calentara en las ascuas un tazón de leche de la que yo portaba que era de la mejor beletén ya que era de cabra recién parida. Acerquéme al catre y despojéla de cuanto trapo, sanguijuela y emplaste la cubría y roguéle a los monjes que rezaran sus cánticos unidos para hacer más fuerza ante Acorán y dejaran en mis manos la vida terrenal de la enferma, que mi fama era conocida como sanadora de mi pueblo. Mostré mi entusiasmo cuando descubrí a los religiosos entender mis paliques, tan cultos e ilustrados descubrí que eran, aunque persignáronse ante mis palabras sin yo entonces poseer entendimiento de tal acto ni del motivo que los impulsaba; no díle mayor importancia y de inmediato dediquéme a lo mío. En el tazón humeante de leche caliente desleí los polvos de ahorén y ofrecílos a la enferma. Apenas transcurridos dos achises, la susodicha colgó su cabeza por una de las esquinas del catre y comenzó a vomitar una arrojadura tan viscosa y amarillenta que bien pareciera estuviera la enferma poseída por el mismísimo demonio si no fuera porque por aquellos días aún no habíanmelo presentado.


4 comentarios:

  1. Es el fragmento de un relato de algún libro en especial?. Es tuyo?.
    Un besito

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    1. Bienvenida de nuevo, Luján. Es un fragmento de uno de los relatos que se recogen en mi libro Hari Maguada. Todo lo que publico en el blog son escritos míos. En el caso de pertenecer a otros autores, publico con sus nombres. Muchísimas gracias por venir. Un beso grande.

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  2. Bueno, aclarado el texto Carmen. De que escribes no hay duda. Me ha gustado reencontrarme con ese lenguaje antiguo de cuando mis estudios.

    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias por visitarme y comentar, Carlos. Me alegra que te haya gustado y te recordara tiempos de atrás. Éste es un relato muy especial para mí. Por un lado, por la historia que narra, historia de mis Islas. Por otro, lo trabajaron en un instituto de mi ciudad los alumnos de varios cursos y me invitaron para exponerme sus trabajos y su interés en el tema. Fue una mañana apasionante. Además, la novela que escribo también cuenta la historia de un guanche y está escrita en lenguaje antiguo.

      Otro abrazo de vuelta.

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