(Pintura de Lindsay Goodwing)
- Lucía, mi hija, las personas son como los garbanzos: nacen tiernitos y protegidos en su mata, pero una vez que se desgranan, que pierden la protección y se enfrentan a los rigores del mundo, a la intemperie, comienzan a secarse lo que conlleva un endurecimiento por pérdida de agua. Para poder consumirlos hay que reponerles el agua. Los garbanzos hay que ponerlos en remojo. Entonces podrás cocinarlos y quedarán tan tiernos como la más tierna de las verduras del potaje. De la misma manera,las personas nacen tiernas e inocentes protegidas por los algodones paternos en la mayoría de los casos. Pero con el paso del tiempo, los golpes de la vida y la pérdida de protección se endurecen, se secan por dentro y son incapaces de ligar con nadie si no se las ha sometido a un previo remojo. Un remojo de cariño, de paciencia, de comprensión, de respeto. Un remojo que dé como resultado a una persona madura, enternecida, capaz de estar a la altura del calabacín más tierno de la familia. Pero cuando el garbanzo ha nacido negro o se ha pudrido en el camino, mi hijita, mejor no echarlo al potaje porque lo echaría todo a perder. Eso me enseñó mi madre y eso te enseño yo, Lucía.
(Pintura de Eastman Johnson)
Hola amiga Aldonza: Muy buena tu comparación, apartar lo que no sirve sino se entremezcla con lo bueno y se hecha a perder todo. Has seleccionado unas bellas imágenes para ilustrar tu prosa. Un abrazo!!!
ResponderEliminarQuerida Mercedes, así es: con buenos gestos y bellas palabras se puede construir un nuevo y mejor mundo. Un beso grande.
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