Lecturas a la hora del té

Lecturas a la hora del té
(Pintura de Vicente Romero)

sábado, 26 de octubre de 2013

¿ME OYES?


 ¿Me oyes? ¿Estás ahí? ¡Por favor, escúchame, podría interesarte!
Mi familia y yo somos peculiares, hay quien dice que somos raros, pero eso mejor califícalo tú. ¿Me oyes, verdad?
Mi padre cojea de ambas piernas y eso le aporta un gracejo al andar que pareciera que estuviera permanentemente subido sobre una barcaza en pleno oleaje. Mi madre dice que mece más que una cuna. Pero a mí me gusta porque cuando yo era niño y me llevaba en brazos, siempre lograba que me quedara dormido. Además, a pesar de su cojera, papá ganó tres años consecutivos la marathón de Nueva York y se enorgullece de ser íntimo amigo de Forrest Gump.
Mi madre siempre ha sido una señora muy guapa y elegante pero ella nunca lo ha sabido. No se ve a sí misma ni siquiera cuando se asoma al espejo para limpiarlo con las hojas de periódico. Sólo sabe que ella es ella por un ave de colorido plumaje que lleva en la cabeza desde el día en que nació y que la acompaña a todos lados. Dicen que cuando mamá nos tuvo a mi hermana y a mí, era el ave el que gritaba. He sido testigo de cómo ha hecho sus nidos con el cabello de mamá y, finalmente, cuando sus crías han volado, sigue allí, acompañando a la persona que es su propia identidad.
¡Usted me sigue escuchando! ¿Verdad? Porque digo yo que a ver si estoy contándole todo esto y usted no me está haciendo caso. ¿Sí? Pues continúo.
Mi hermana es la más especial de los cuatro. Y eso no me incomoda, no. Nunca ha aparecido entre nosotros esa estúpida sensación de celos. Suficiente tiene ella con el don que la acompaña a todos lados: el de leer la mente de las personas que le aporta innumerables dolores de cabeza. Por eso es que le gusta vivir en soledad y se pasa las horas muertas cuidando del jardín que ha levantado a golpes de almocafre y perfilado a puro embate de tijeras. Cada tarde se cobija bajo la copa de los árboles más frondosos y allí habita su tiempo de humo relacionándose con insectos y vegetales, con los que dialoga hasta que llega el ocaso y ella se mete en su cuarto a escucharse a sí misma.
Y yo, ya me decía mi abuela que sería el más raro de la familia. En realidad, es que no puedo ni quiero evitarlo. Soy personaje de ficción. ¿Me has escuchado? ¿Has tenido a bien prestarme atención? Respóndeme, por favor, si por casualidad eres escritor, ¿Querrías convertirme en el personaje principal de tu próxima novela?

(Pinturas de Sergey Ivchenko)

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