Abrid la
frontera y que la noche camine,
cerrad las
puertas para que no escape el sol.
Que no hay
dirección que la bala no domine
trazando las
estelas rojas del rencor.
La nada ha llegado habitándoles las manos,
tatuándoles las carnes con el plomo del terror.
Alcemos las palabras de nuestros hermanos
estercolemos
locos silencios impuestos.
Con voces
soltadas al aire ¡liberadlos!
Y a las
arrugadas almas del desierto
se unirán
los rostros de gente antigua,
junto a las
pisadas de inocentes muertos
surgiendo la
esperanza de entre las cenizas.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar