El río ha
extraviado su cauce,
La Giralda se
atormenta,
Benacazón
aprieta los labios
y Umbrete se
lamenta.
Espadas en el
corazón
por la
alegría llevada
que composta
los naranjos.
Tu útero es
la razón:
lágrimas
derramadas,
rocío sobre
tus vástagos.
¡Antoñita,
no tires pellizcos!
Me gusta tu
pelo riza’o
¡Qué
veranos aquellos!
De risas en
el sobera’o.
¡Prima,
tengo mucho sueño!
Las almas me
acunan
con un brazo
intangible
de levedad
conmovedora
que suaviza
mi amargura
pero no la
endulza del todo.
¡Prima, me
estoy durmiendo!
Mira, ya
llega tu Papa,
que se ha
convertido en Rey
de los campos
de las almas.
¡Prima, me
estoy durmiendo!
duerme, que
te cantará tu Mama
y te ofrecerá
sus pechos
como en tu
niñez te daba.
¡Antoñita,
no tires pellizcos!
Me gusta tu
pelo riza’o
¡Qué
veranos aquellos!
De risas en
el sobera’o.
mientras tomo mi ée escucho tu maravillosa música y me disfruto leyéndote
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Un abrazo grande.
EliminarGracias por tus palabras. Un abrazo grande.
EliminarQuerida Aldonza: Muy emotivo todo el contenido de estos versos dedicados a tu prima, suena a un cántico angelical que anidará en el corazón. Besos!!!
ResponderEliminarUn abrazo inmenso, Mercedes Ares.
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