Lecturas a la hora del té

Lecturas a la hora del té
(Pintura de Vicente Romero)

miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL PAÑOL ESTANCO (Fragmento) Primer premio en el IV Certamen de Relatos cortos de El Rosario, Tenerife, en categoría adulta.

(Pintura de Vladimir Dikarev)


Más intenso que el aroma de los platos del día en los fogones de la cocina era el olor emanado por los gases del petróleo que taladraba el estómago. No por más repetida que fuera la faena, terminaban los hombres por acostumbrarse. A la altura de las coordenadas terrestres donde se cruza la imaginaria del Ecuador, el húmedo clima convertía el olor en hedor. Se atrofiaban las actividades mentales, siendo imposible intentar depositar los recuerdos en tierra firme porque las náuseas impedían el traspaso. Con un infinito monocromático azul en trescientos sesenta grados, el verde era el color del recuerdo y del objetivo, de lo dejado atrás y del porvenir; era el color que no era pero se sabía sería. Era el pañol de la lírica en el estanque más oculto en la memoria de los marinos que contrarrestaba con el pañol azul dramático que a capricho se depositaba en la memoria de cada cual. Terminada la faena del día, llegaba lo peor dentro de la soledad del camarote: la nostalgia. Las palabras no expresadas, los sentimientos envasados y los silencios exagerados terminaban por calar en los hombres de la mar y surgir espontáneamente más tarde, a destiempo, en tierra firme por inercia. Esta minusvalía atrapaba a los marineros en una dualidad contradictoria en la que quedaban condenados a perpetuidad a que cuando querían no podían, y cuando podían... no podían. Por eso se decía, se comentaba, que la razón por la cual la mar era tan profunda y poseía tanta fuerza era porque se había alimentado de los sueños de los marineros durante toda la historia de la humanidad; y es que no existía alimento que diera mayor vigor que el de los sueños.

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